Si lamentábamos que el Papa hubiera rechazado visitar a los jóvenes sin hogar LGBT de Nueva York en su reciente visita a Estados Unidos, hoy tenemos que lamentar un nuevo hecho que deja a Francisco con la cara totalmente descubierta: Es un homófobo empedernido.
Porque mientras no ha tenido tiempo de visitar a esos jóvenes sin casa, sí lo ha tenido para reunirse con Kim Davis, la tristemente famosa funcionaria católica que lleva todo el verano siendo noticia porque se ha negado a conceder licencias matrimoniales a parejas gays. De hecho, llegó a pasar cinco días en prisión, de la cual, por cierto, salió recibida como una auténtica heroína por grupos católicos.
Pues bien, el Papa tuvo una reunión el pasado jueves con Kim Davis, a la que le dijo que fuera fuerte y le agradeció su valentía. “También me pidió que rezara por él y yo le pedí lo mismo”, añade Davis contando su encuentro con el Pontífice.
Según el abogado de Davis, el encuentro se organizó con el Vaticano, que puso como condición no hacer público este encuentro antes de que el Papa regresara al Vaticano. Tras conocer este encuentro, se entienden mejor las palabras del Papa que, en el avión de regreso, dijo a la prensa que la objeción de conciencia era un “derecho humano”. Se refería, claro, a Kim Davis.