1. Fuente de juventud
Si te preocupan las arrugas o notas que tienes la piel más reseca de lo habitual, no dejes pasar la oportunidad que te brinda el sexo para rejuvenecer. Cuando él te pregunte “¿Dónde quieres que termine?” indícale por la zona de tu cuerpo que quieras hidratar. El semen reduce los estragos de la edad en la piel y merma el acné, entre otras cualidades. La espermina es un potente antioxidante que algunas marcas ya utilizan en la elaboración de sus cosméticos.
2. Fija y da esplendor
Varios estudios coinciden en las cualidades beneficiosas que tiene ingerir semen para mejorar la calidad y vigorosidad del cabello. Sus proteínas, compatibles con las que ya tiene el pelo de por sí, fortalecen la raíz capilar y lo dotan de un brillo único. Probablemente estas propiedades también se consigan aplicando el blanquecino producto directamente sobre el pelo, así que no tengas miedo, porque tú lo vales…
3. Comidita nutritiva
El esperma contiene vitaminas como la B12 o la C, y minerales como calcio, zinc, potasio o magnesio. Eso sí, para que conserve sus propiedades, hay que consumirlo preferentemente en un plazo de quince minutos después de producirse la eyaculación. Por tanto, no te parecerá raro que algunos chefs lo utilicen para uso culinario. El cocinero Fotie Photenhauer es uno de los pioneros, y en su recetario Natural Harvest (2008) reúne una selección de platos en los que el semen es un producto destacado.
4. Final feliz
Es un buen aliado contra la depresión. Los científicos aseguran que cuando el semen es absorbido por nuestra pareja sexual es capaz de ayudarle a segregar componentes como cortisol, estrona, melanina o serotonina. Todas son hormonas asociadas al bienestar y la sensación de felicidad en el ser humano. En definitiva: compartir tu semen es compartir felicidad.
5. Pintura organica
Aunque seguro que el semen tiene muchos usos fantásticos, hemos elegido tres que nos parecen especialmente curiosos. Sirve como pintura; el artista Martin Von Ostrxowski creó una exposición en 2005 con cuadros elaborados con su propio semen en el Museo Gay de Berlín. Se usó por el servicio secreto británico para mandar mensajes durante la Primera Guerra Mundial porque podía funcionar como tinta invisible. Investigadores de las universidades de Harvard y Johns Hopkins lograron almacenar hasta un petabyte de datos en 1’5 miligramos de esperma.
